Page 4 - Crisis 15
P. 4
Péndulo
Frente a palabras como humor, utopía, verdad o desconcierto, que han ocupado páginas
precedentes en Crisis, el nombre concreto de un objeto, péndulo, pudiera parecer, en principio,
menos sugerente. Sin embargo, es este un término que invita a la metáfora alusiva al movi-
miento acompasado y reiterado, se nos representa en la plenitud del círculo y nos traslada de
inmediato a experimentos que resultan esotéricos para el común de las gentes o a textos de
complejo acercamiento (a este respecto, la mención de Léon Foucault o Umberto Eco puede
resultar innecesaria).
Por su forma, péndulo es un cultismo esdrújulo en español. Los especialistas en fonética
diacrónica señalarían que, como tal, conserva la vocal postónica que, además, no se abre en o.
Pero a quienes no quieran internarse en esas cuestiones propias de lólogos, les bastará ob-
servar su gran parecido con el étimo latino del que desciende: pendŭlus ‘pendiente’, derivado
de pendere, de donde el español pender ‘estar colgado suspendido o inclinado’.
Ese signi cado, ‘pendiente’, se mantuvo en nuestra lengua para el adjetivo péndulo, -a
que, aunque está hoy casi desusado —no tanto en tierras americanas— gura en sintagmas
de potente efecto, como manos péndulas, en la prosa de Martín Santos, o lengua péndula, en la
de Cristina Sánchez Andrade, más cercana en el tiempo.
En su empleo sustantivo, la voz se incorpora al Diccionario de la Lengua Española de la
Real Academia con la acepción principal de ‘péndola del reloj’; además, se remite por sino-
nimia a péndola, esto es, ‘la varilla o conjunto de varillas metálicas con una lenteja u otro
adorno semejante en su parte inferior y que con sus oscilaciones regula el movimiento de los
relojes nos, como los de pared y sobremesa’ (no se confunda este vocablo, aunque resulte
tentador hacerlo, con su homónimo péndola ‘pluma de escribir’, de distinto origen). En el
ámbito de la mecánica, el péndulo es un ‘cuerpo grave que oscila suspendido de un punto por
un hilo o varilla’. Da cuenta ese repertorio académico de diversos tipos de péndulos según las
técnicas o disciplinas en las que se utiliza: el de compensación, el eléctrico y el sidéreo, en los que
no vamos a entrar.
Es característica de las palabras cultas su introducción tardía en la lengua. La de péndulo
es muy acusada: sus primeros testimonios en los corpus diacrónicos son del siglo XVI. Se
halla así en el Libro de los relojes solares (1575), de Pedro Ruiz. En el XVIII, debía de ser ya voz
relativamente frecuente: está en la censura de Feijoo al «fundamento tan vano y tan erróneo»
de «considerar a los antípodas como péndulos en el aire, pies arriba y cabeza abaxo» (Theatro
crítico universal, 1730). Los testimonios se acumulan desde entonces sobre todo en tratados
cientí cos, como el de Sanjurjo, de 1910. Más sutil, aunque sea recurrente, es la comparación
que plasma por esas fechas Baroja en Zalacaín el aventurero: el perro del Marqués contesta a
los insultos de su dueño moviendo «la cola como un péndulo» y andando en zigzag. Unos
años más tarde, Pérez de Ayala propone el logrado símil entre los vaivenes de la voluntad de
un personaje que describe «como péndulo, la misma breve órbita, ahora ascendente, ahora
descendente, de impulsividad e inercia» (Tigre Juan, 1926). Se diría, en n, que el «péndulo de
la historia», del que hablaba Ortega, presagia hoy tiempos complicados.
Vicente Lagüéns